Si tan solo...

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¿Dónde te encuentro si yaces en una tierra hasta ahora oculta a mí? ¿En dónde puedo respirar el aire que alivia las miserias de este mundo, si las corrientes están perdidas más allá de mi comprensión? Si mirar más allá de mis pensamientos me eleva a la conciencia, ¿será que sólo me engaño creándome una ilusión que jamás llegará? Sosiego le pido a la inquietud, calma le pido a mi piel erizada por el frío de estas mañanas invernales, calma al corazón que se congela esperando que ya sea por siempre, para no sentir que la vida pasa sin mayor atención al color de mis mejillas. Ese construir solitario, la arquitectura del ser en mis tobillos sosteniéndome día a día.

Me gusta como día a día te transformas, cierras las puertas y ventanas de tu universo, alejada te observas interiormente creyendo hallar en cada fibra un secreto que desearías confesarme pero que callas. Deglutes tu existencia en palabras, exhalas ternura, infundes cinismo pero al final nadie sabe a donde mirar cuando callas. ¡Cómo palpitan los sueños en las venas cuando anochece y no queda más remedio que poner la cabeza en la almohada y confesarle que no todo es mentira, pero que duele que no lo sea!

Te soñé. O quizás sólo se trataba de la visión de mis anhelos palpitando en las pupilas esperando agonizantes, que la luz del día no se atreviera a pasar para que así no pudiera romper el encanto de tu frágil fantasía. Musa mía, si pudieran mis labios traerte el sueño eterno te besaría tan pronta y exquisitamente para que tus formas marmóreas se conservarán intactas, destructora de cielos, creadora de infiernos y hechizos vulgares, te tomaré entre mis brazos y susurraré mi amor delicado en tus oídos. ¡Ven a mi abrazo, que hoy serás parte de la dichosa eternidad! ¿Escuchas eso? Es el susurro de las almas esperando que te acerques, encadénate a sus pasiones malsanas, sus ironías mediocres que sus manos tomen tus formas, la sangre que podría correr por estos suelos si tan solo te descalzases, ¡desnúdate!, que quiero concebir mi voluntad en tu cálida piel.

Mis labios, otros labios, el shock, el golpe de un cigarro, un romance nuevo, quizás una esperanza de poder alejarme de ti. No resulta.

Delicadamente beberé tu existencia como el colibrí absorbe la esencia de la flor. Habrás de sentir mi calidez descender hasta la morada de tus sueños mórbidos, de esos deseos que cabalgan en tus lubricadas partes. ¡Habrás de sentirme llegar a donde tus dedos se detienen, impacientes, acortados, inseguros, advenedizos! Y al desierto llegarán los mares llenando de vida el sitio de tu espíritu. Tan dulce el gemido de placer, tan azucarados esos labios, tan gratos, tan melosos, ¡me pierdes!

¡Si tan sólo me permitieras entrar en tu corazón y amarte tan delicadamente!