Ojos abiertos

Deseo esta noche embriagarme de ti,
de sorbo en sorbo beber aquel dulce néctar de tu cuerpo.

Te miraré a los ojos, cuando vaya hacia ti.
Sólo a los ojos, para poder iniciar este
diálogo sin palabras que hablará nuestra piel.
Desnudos, libres dejaremos los sentidos
y juntos brindaremos en nuestro ritual
con este exquisito cóctel de amor.
Besaré tu frente, tus mejillas,
me detendré en tus labios prolongando el placer,
y sentiré tu corazón latir cerca del mío
en una armonía total y apasionada.


Viajaré por tu cuerpo con mis besos,
agotaré tu deseo... y con cada beso
lo volveré a encender.

Cuando tu cuerpo y el mío
se enreden en la antigua danza del amor,
cerraré los ojos, para sentirte más.
Y cuando entre en ti, cuando
nuestra pasión estalle... en una llamarada interminable,
te miraré..., ya profundamente mía,
para poder así amarte... con los ojos abiertos...
Ven… cierra los ojos… y siente…
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Espíritu juvenil

Mucho hemos escuchado decir que la juventud es un estado del espíritu, un estado de ánimo.
¿Deseas un mejor ejemplo?

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El fin del matrimonio

Lo que echa a perder el matrimonio es el amor. Puede que al revés también sea cierto, pero el caso es que ya nadie se casa, y los que se casan no duran. Esto esta bien, pero hace sentir mal a los que van cumpliendo treinta y tantos años y ven que se les viene encima la edad de los mayores sin perro que les ladre: su queja es que por qué es tan difícil encontrar el amor verdadero; esto es, alguien que los valore por lo que son, que los comprenda, los cuide, que sea inteligente, divertido, tierno, optimista, trabajador, guapo, etcétera. Quién sabe por qué será tan difícil. El 60% de las bodas que se celebren el sábado que entra ya no verán las próximas Olimpiadas o el próximo Mundial de fútbol juntos, así que lo más prudente es no gastar mucho en el regalo. “Boda” significa “voto, compromiso”, pero si la estadística avisa que se va a romper, lo único que cabe esperar es que la fiesta valga la pena. Hoy en día lo que hace falta no es el amor, eso es lo que sobra.

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El fin (es decir, la finalidad) del matrimonio es que dos personas vivan juntas el resto de su vida. Se sabe que antes los matrimonios si duraban ese resto: la razón es que no les importaba tanto; o sea, que todos se casaban pero nadie suspiraba por casarse, porque no se les ocurría que allí iban a encontrar la felicidad ni el amor verdadero, y, en rigor, no se casaban por amor sino por otras consideraciones más civilizadas y menos frágiles. Según los documentos de la época, en el siglo XVIII las personas se casaban no para quererse mucho sino para tener la tranquilidad con la cual dedicarse a sus cosas; se casaban para tener una casa. Por eso, como dice la historiadora Arlette Farge, “el vínculo conyugal es también un lugar”, y, ciertamente, su fin es económico, de ôikos, casa, y las cosas que se necesitan para ponerla, y que entre dos alcanzaba decorosamente. Por eso los matrimonios se podían pactar, arreglar, negociar, y hasta los novios podían ni siquiera conocerse de antemano, razón por la cual se dice que el matrimonio se “contrae”, porque llega de afuera como un reuma, con el cual uno aprende igualmente a convivir. Como en todo buen acuerdo, bastaba que se llevaran bien para cumplir con el fin del matrimonio.
El acuerdo era que se tuvieran respeto y se toleraran y confiaran en el otro, como socios del hogar, pero en el acuerdo no estaba que se amaran ni adoraran ni vivieran tórridos romances ni pasiones arrebatadoras puertas adentro, y por lo mismo, en efecto, el anecdotario de canas al aire es en esa época casi normal, pero se hacía con discreción porque no se trataba de presumir ni de importunar a la pareja a quien se le debe una atención elemental y cuidadosa. De hecho, hablarse de “usted” entre ellos era un estilo lleno de tacto, como una distancia solícita. Y así, sobre la marcha y al paso de los años, dos insignes desconocidos que habían vívido bajo el mismo techo terminan por estimarse sinceramente, por sentir afecto y ternura por el otro, sin mayores exigencias. Si se hubiera introducido el elemento del amor, para empezar ni se hubieran casado. Durante todo el siglo XIX todavía puede verse, por ejemplo, a Darwin, Marx o Freud vivir correctamente casados con su Emma, su Jenny y su Martha, logrando la tranquilidad suficiente para dedicarse a fabricar ideas escandalosas.

Click para ampliarEn el siglo XXI quién sabe qué sea el amor, pero se parece mucho a los derechos del consumidor: algo así como la exigencia de que el otro sea maravilloso, colme las ilusiones y se le escurra la baba por uno, de que uno sea el centro del universo y el universo esté al servicio de uno. Parece anuncio de L´Oreal. El amor es más bien uno de los rasgos del individualismo según el cual cada quien debe perseguir sus caprichos, emociones y demás sensaciones de alto impacto pésele a quien le pese. Y así no hay acuerdo que aguante. Este es el fin (es decir, el final) del matrimonio, porque ya no hay dos que se soporten mutuamente sus veleidades, y si tanto amor era la razón de la boda ni caso tiene desenvolver los regalos: con la fiesta basta. Incluso, se podrían mejor celebrar los divorcios, que duran más.

Lo malo es que por ahí de los treinta y tantos las personas se empiezan a sentir mal por eso, y aunque ya les alcanza para que cada quien tenga a solas su casa aparte, se les ocurre que no estaba tan mal eso del perro que les ladre, y a lo mejor por eso hay tantas mascotas que sacan a pasear, y se empieza a dudar de si ese egoísmo individualista que se llama amor verdadero no es algo que acaba por lastimar.
Como dicen ahora en España, “ya sólo los gays quieren casarse”. Y tiene toda la razón: son los últimos que conocen el valor de una estabilidad matrimonial, de estar tranquilos bajo el mismo techo.

Tu piel habla

Que arda tu piel amor mío.
Que se enciendan como acahual tus senos.
Que tu ombligo exhale hormigueos
y que tu deseo, amor mío,
se cimbre de placer y de locura.




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Cuando tu cuerpo tiene necesidad
de hablar me busca,
toca a mi puerta.
Tu piel está educada a mi manera,
me reconoce de cerca y de lejos.
Estoy prendido en ti
a fuerza de escarbar tus sentidos.




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Te dejas querer en mazateco;
levanto la falda del cerro,
tus senos se endulzan en mi boca.
Abro tus venas, me bañas de placer,
te penetro, estoy adentro,
gozo, de pasión grito.
Te quiero, es un amor extraño
difícil de entender en castellano.

Seré

Seré prisionero de tus deseos, la pasión prohibida que reclama tiempos y espacios para la lujuria, seré prófugo de brazos, piernas y sexos, agua que sacie tu sed de fluidos, hereje que viole tu tabúes, seré el calor de tu carne, la llama que enciende hogueras en tus ocultos pensamientos, seré el tatuaje de tu piel ardiente, el orgasmo delirante que te lleve a la cima del mundo que agoniza.

Seré para ti un enjambre de pasiones que se multiplican y transforman, seré un millón de maneras para explorar los sentidos y descubrirte desnudamente, seré tu miel y tu copa, beberé de tu lengua el néctar del fuego de tus entrañas, abrigaré en mi aura tu voz que exclamará frases de delirios, y nos fundiremos en uno solo.

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Mis manos serán corsarios que surcarán el mar de tu figura explorando curvas y prominencias, mágica varita que desaparecerá el cansancio y traerá a tu piel la erupción de los sentidos, serán atrevidos corceles desbocados que palparán, quemarán y aprisionarán el hambre de tus intimidades, sombras de nuestros miembros capaces de conjugar en minutos todos los misterios del universo.
Naufrago de la soledad, tu cuerpo será el puerto donde mis otoños sean primaveras, donde sus redondeles serán frutas maduras del árbol frondoso de mis deseos, donde la caricia se esparcirá como polen desde tus caderas vertiendo hechizo y anhelos, regalándome la savia pura que emanará de los efluvios hermosos de una hembra.
En momentos delirantes quemaremos nuestras alas entre la pasión que devora, tremor de ávideces que esfumarán silencios entre gemidos y promesas, furia de cuerpos que contagiarán la dulzura y el frenesí de los sexos, espacios que se cerrarán con la explosión de orgasmos que deshojarán los misterios.
Abrázame, haz de mí tu jardín de placeres prohibidos, el abrigo de tus pudores, haz de mí el mar que se posesiona de las playas de tus ingenuidades, el ritmo furioso de las mareas, haz de mí el refugio de tus inhibiciones, pedernal de los relieves que amolda las concavidades, haz de mí el molde de tu anatomía que encaje perfectamente en las delicias de tus antojos.

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Evocando tu cuerpo se estremecerán las simientes de la pasión dormida, el palpitar de tu sangre y desnudez; ya siento la suavidad de tu muslo, la caricia de tus pezones enhiestos, los labios que nos llevarán al delirio, los momentos en los cuales entre batallas nuestros sexos pactarán la paz tras combatir los placeres, evocándote mi alma suspirará los segundos que serán asfixiados en las sabanas de tu lecho.
Seré para ti…