¿Qué hacer con el loco?

Causar eso que se lamenta Eduardo García Gaspar

Las palabras del ex candidato del PRD a la presidencia mexicana, en el discurso en el que acepta el puesto de presidente que le otorgó una convención organizada por su propio partido, con la asistencia menos del 1 por ciento de los votantes mexicanos, tiene un par de claves de interpretación.


La primera es la definición que hace de un presidente. El ex candidato lo define diciendo que “la Presidencia, en una democracia genuina, es la interpretación justa y cotidiana de los sentimientos, de los deseos del pueblo, de los sentimientos, de los deseos de la gente y de la comunidad”. No es la primera vez que lo define así.


La misma idea está en su libro, cuando escribió que “El Presidente... debe tener la sensibilidad de hacer suyos los anhelos del pueblo, conduciendo de manera específica el cambio democrático para que las leyes sean “genuina expresión” de la voluntad popular”. Para él, el presidente es el “principal guardián” de la sociedad a la que él guía por el camino que él cree mejor (página 122).


La segunda es el establecimiento de una nueva república. Dijo que la convención por él organizada “ha decidido romper con [el resto de las instituciones], recuperar nuestra soberanía y emprender el camino para la construcción de una nueva República”. La nueva república tendrá un “gobierno... nacional. Tendrá una sede en la capital de la República y, al mismo tiempo, será itinerante para observar, escuchar y recoger el sentir de todos los sectores y de todas las regiones del país. Habrá un gabinete, es decir, un equipo de trabajo que integre los diagnósticos, proponga las soluciones y examine las posibilidades en cada caso”.


Si uno pone las dos claves juntas, el asunto se vuelve algo muy cercano al Cirque du Soleil en versión local mexicana: ya que no ganó la presidencia, el niño hace su rabieta y funda su propia república, de la que él desde luego es presidente para hacer lo que se le antoje, es decir, aplicar lo que propone en su libro. El Circo del Sol Azteca, en eso ha terminado el PRD y es una lástima que la izquierda mexicana acabe en una especie de Disneylandia y su tierra de la fantasía, en la que un perdedor puede decir “la democracia soy yo”.


Él es la ley, el juez y el ejecutivo, todo al mismo tiempo. Por eso es que puede decir que “ante el cúmulo de pruebas que hemos presentado y que fueron tramposamente desechadas, mantenemos una certidumbre: ganamos la elección presidencial”. Es otra manera de sostener de nuevo eso de “al diablo con las instituciones”.


El resto de la sociedad, por esto, tiene un problema, el de qué hacer con el loco que anda haciendo de las suyas. El loco que se declaró emperador, que anda desnudo, que cree ser la ley y el juez, que piensa ser el salvador del país, que dicen que todos están mal excepto él. El que de haber una nueva elección perdería por unos 14 puntos porcentuales. ¿Qué hacer con el loco?


No lo sé. Pero si sé otra cosa. El ex candidato del PRD se ha convertido en causa de pobreza y miseria. Recuerda de cierta manera eso de “Hombres necios que acusáis a la mujer, sin razón, sin ver que sois la ocasión de lo mismo que culpáis; si con ansia sin igual solicitáis su desdén, por qué queréis que obren bien si las incitáis al mal?” Porque en otros terrenos eso es lo que está haciendo ese candidato.


Es un necio que culpa a otros de lo mismo que él causa. Es él ocasión de eso que lamenta. Quiere hacer el bien y sólo logra el mal. Porque su conducta es causa de inestabilidad y ella produce miseria. Quiere ayudar a los pobres y los encadena a su miseria. Quiere ser democrático y propone el autoritarismo. Dice respetar las leyes y es él quien las viola. Continua ese poema con “Parecer quiere el denuedo de vuestro parecer loco, al niño que pone el coco y luego le tiene miedo”.


Porque si el problema mexicano era el de llegar a acuerdos y consensos políticos, como bien se demostró en la presidencia de Fox, cuando la lección parece aprendida y los ánimos listos, sale ahora un nuevo obstáculo, uno nuevo que luchará porque esos acuerdos no se den y el problema se mantenga haciendo que el país siga paralizado. Y así la prosperidad siga posponiéndose por virtud de la acción de ese loco que cree ser el ganador y que ha inventado su propio gobierno que, desde luego, él preside.


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