Una mirada...

He recibido lo siguiente, parte de un discurso de la analista Denisse Dresser ante socios del Instituto Mexicano de Ejecutivos de Finanzas (IMEF) el pasado mes de Noviembre de 2005. Interesante análisis de los principales tres candidotes presidenciables, un punto de vista altamente ilustrativo que jamás escucharemos por televisión.


Una mirada hacia la política nacional

Hoy México padece una democracia disfuncional, independientemente de quien llegue al poder en 2006, porque el andamiaje institucional no permite la construcción de mayorías legislativas estables y eso significa que cualquier agenda reformista será obstaculizada por los partidos de oposición en el Congreso, que no tienen hoy por hoy, ningún incentivo de colaborar con el Ejecutivo y tienen todos los incentivos para no hacerlo, porque paralizar al Presidente se vuelve la ruta de fast track (de regreso rápido a Los Pinos).

Ahí está lo peor del PRI, marchando de regreso y ahí esta un político populista y anti institucional, por el cual muchos que querían el cambio votarán tan sólo por comparación.

Este es el resultado de la Presidencia de Vicente Fox

Y por eso cuando le preguntan sobre sus mayores aciertos, dice "el 2 de julio de 2000", tiene razón, fue su momento de triunfo, fue un parte aguas que el país le debe agradecer, fue lo más que pudo dar, dado la persona que es.

Porque hay más vivienda, es cierto... Hay estabilidad macroeconómica, es cierto, es indudable. Hay un Instituto Federal de Acceso a la Información, es cierto, pero si Vicente Fox hubiera hecho campaña prometiendo sólo eso, no hubiera ganado la Presidencia.

Su mandato nunca fue gobernar menos, sino gobernar mejor... Su mandato nuca fue pedir paciencia, sino gobernar con urgencia. Entender que el status quo no funciona para cientos de empresarios, para miles de consumidores, para millones de mexicanos. Porque mientras el Presidente se congratula a sí mismo, México se va quedando atrás... Mientras el Presidente ve el vaso medio lleno, y quizá Ustedes también, la mirada mundial lo ve medio vacío. Cada vez más vacío en términos de competitividad, de productividad, de lo que mueve a una economía y la moderniza. Como escribe un columnista del New York Times, en el libro, "El Mundo está plano", mientras dormíamos en este sexenio, la tecnología y la geoeconomía están aplanando al mundo. La innovación marcha a pasos veloces, nivelando el terreno de juego para quienes puedan competir y estén dispuestos a hacerlo. Ahí están los ingenieros en la India, los diseñadores en China, innovando, compitiendo, generando riqueza y distribuyéndola. Y ahí está México, atorado, paralizado, parasitario, viviendo de los precios del petróleo y del regalo de las remesas. Con un gobierno que en términos de política económica está cojeando a la defensiva en vez de correr a la ofensiva. Con una política económica que se precia sí, de mantener la estabilidad, como si no fuera posible apostarle o aspirar a más. Con un paquete de reformas estructurales que no fue aprobado al inicio de sexenio y no lo será. Mientras tanto, ¿qué pasa con el partido del Presidente ante este escenario? Desde hace una década el PAN enfrenta un reto, el reto, seguramente Ustedes lo han escuchado: ganar el poder sin perder al partido; participar en la política sin perder los principios. Cada vez que el PAN gana una elección, padece una crisis de identidad. Se enfrenta a un dilema hamletiano. Ser partido en el poder o ser partido que lo critica; ser gobierno que se ensucia las manos, o ser una fuerza política que se rehúsa a hacerlo. Ser una organización de masas o una coalición de élites. Ser un partido "canasta" que gobierna en el centro del espectro político, o regresar a sus raíces de centro derecha; pues con el arribo de Vicente Fox al poder, esa crisis de identidad se vuelve permanente, llega para quedarse, y el PAN lleva cinco años enfrentándola mal, resolviéndola mal, encarándola mal. A veces ha jugado a ser partido en el poder, y a veces ha evadido esa responsabilidad. A veces ha apoyado a Vicente Fox y a veces lo ha saboteado, como lo hizo en la votación a la Ley de Derechos Indígenas. A veces ha forjado acuerdos con el inquilino de Los Pinos y a veces ha actuado como si no existiera, y el resultado de ello ha sido un gobierno - en muchos sentidos - paralizado y un partido desdibujado, que también tuvo entre sus manos una oportunidad histórica y no supo qué hacer con ella. Y ahí está el caso de Santiago Creel, el hombre que creó la percepción generalizada de "concesiones a cambio de spots, de permisos a cambio de apoyos, y que probablemente perdió la candidatura presidencial de su partido por ello. Ahora, con Felipe Calderón, el PAN recupera la esperanza, recupera la unidad, recupera la capacidad de sentirse en la contienda, porque con Creel como candidato, el PAN iba rumbo a un lejano tercer lugar. Ahora la candidatura de Felipe Calderón le permite al PAN levantar la cabeza, competir sin pena, le devuelve el honor perdido a un partido deprimido.

Calderón capitaliza la frustración del PAN y ofrece una salida a ella, una salida digna, con un candidato que también lo es, porque aunque no sea un político carismático, es un político inteligente. Aunque Calderón no sea un hombre totalmente palacio, es un hombre totalmente panista. No es el pensador más original, pero es el candidato más serio. No es el líder más visionario, pero es el panista más consistente. Él promete regresar al PAN a sus orígenes y ese es un dilema para el cual el PAN hoy no tiene solución, porque la vuelta al PAN de antes, si eso es en realidad lo que está proponiendo Felipe Calderón, los llevará inevitablemente a perder la Presidencia. Porque quienes creen que Felipe Calderón puede ganar la elección presidencial así, con el PAN de antes, también piensan que Vicente Fox ganó gracias al PAN y a la movilización partidista que el partido le ofreció. Pero Vicente Fox llegó a Los Pinos en el 2000 por la manera en la que amplió a su partido y lo hizo crecer, con el voto útil y los apoyos que produjo; con el pragmatismo que hoy los panistas critican pero que hace cinco años tanto los benefició. Con una candidatura carismática que logró armar una coalición heterogénea y arrebatársela al PRI. Hoy Calderón ha dicho que propone un regreso al PAN con pacto sólido de antes. Un PAN que es la antitesis del foxismo y se define en oposición a él, un PAN que de ser así, será más angosto, más pequeño, menos capaz de conseguir apoyos multiclasistas y ganar una elección nacional con ellos. El problema para el PAN en el 2006 no es que a Felipe Calderón le falte madera presidencial, es que quizá el bosque panista no va a tener los suficientes árboles. Para llenar ese bosque Felipe Calderón ya empieza a construir una candidatura y lo hace entrevista tras entrevista, promesa tras promesa. El panista tradicional intenta no actuar tanto como tal, de ahí que se reúna - por ejemplo - con Elba Esther Gordillo. Esas decisiones tienen razón de ser, dado quien es y dada la elección que viene, el PAN tendrá que convencer mucho más allá de su espectro tradicional. La elección de 2006 empieza a vislumbrarse como una batalla frontal entre dos maneras de ver a México y cambiarlo. Dos formas de entender a la economía y hacerla crecer. Dos prismas para mirar al país, una elección que será quizá, entre lo blanco y lo negro. Y Felipe Calderón, Ustedes han visto, va subiendo en las encuestas, va creciendo en las preferencias, va armando apoyos entre la clase empresarial y las clases medias, aprovecha el descrédito del PRI, aprovecha que hay electores independientes que antes estaban con AMLO porque no tenían a dónde ir, y muchos empiezan a percibirlo como un salvavidas blanquiazul, un candidato aburrido pero confiable, un candidato aplaudido porque por lo menos no es los otros dos. Pero antes de abrazarlo sin miramientos, creo que nos corresponde evaluarlo bien y ojala Ustedes lo hagan cuando él llegue aquí en media hora. Antes de alzarlo en hombros habría que ver qué va a instrumentar cuando lo coloquemos ahí; porque dice sí, qué va a hacer, pero no dice políticamente cómo. Dice que no repetirá los errores de Fox, pero no se atreve a decir cuáles son. Dice que ofrecerá un México moderno, pero no nos da instrucciones precisas sobre cómo él sí va a alcanzarlo. Dice mucho de lo que decía el Presidente Vicente Fox en su campaña en el 2000. Enfatiza que su candidatura representa el futuro, pero no logra librarse del pasado, ese pasado reciente en el cual el PAN fue partido en el poder y no logró usarlo con eficacia.

Ahora, queda claro que Calderón ya sabe dónde está parado, el PAN ya sabe dónde está parado... cerca del mercado y lejos del Estado... cerca de la globalización y lejos del proteccionismo... cerca del modelo de Irlanda y lejos de Argentina... habla en un idioma que Ustedes seguramente aprecian, habla de inversión, de productividad, de otras experiencias globales y cómo emularlas... habla de desmantelar los cuellos de botella que aprisionan a la economía y explican su estancamiento, le apuesta al supermercado de la integración global, por encima del laberinto de la soledad. Y esas propuestas parecen razonables, factibles, el problema es que México ya las escuchó... son las mismas palabras que pronunciaron Ernesto Zedillo y Vicente Fox, y Carlos Salinas de Gortari... al oír a Calderón muchos mexicanos sienten un dejo de "deja vu", ¿por qué? Porque esas son las palabras que desde los ochentas se escuchan en México con la idea de abrir el mercado y transformarlo, salvar a México de sí mismo, vinculándolo con el mundo. Desde hace 20 años México oye esas palabras y las sigue. Pero lo hace mal... con privatizaciones poco transparentes y poco reguladas, con cambios económicos que benefician a empresarios pero no a consumidores; con una política comercial, que no es acompañada por una política que genere nichos de mercado. Con resultados a la vista que explican por qué AMLO es puntero presidencial. Una economía que no crece lo suficiente, una clase empresarial que no compite lo suficiente, un arreglo socioeconómico que no crea la riqueza suficiente y se apropia de la que hay. Y frente a eso, Felipe Calderón está ofreciendo en esencia, más de lo mismo. La misma retórica modernizadora, la misma apuesta a las reformas que el país necesita. El problema es que eso no bastará. Para modernizar a México no será suficiente usar las palabras correctas, ni prometer los planes adecuados. Hacerlo requerirá actuar como no lo hizo el PAN en este sexenio, en varios terrenos cruciales. Y ojala Ustedes presionen a Felipe Calderón en este sentido. Requerirá confrontar a sectores privilegiados y a intereses enquistados. Requerirá convencer a una población cada vez más escéptica en torno a las reformas estructurales y su necesidad. Requerirá construir una mayoría legislativa que apoye los cambios requeridos, en vez de sabotearlos a cada paso.

Y el yugo para Calderón es que Vicente Fox intentó hacer precisamente eso, y no lo logró. El PAN prometió hacer precisamente eso en este sexenio y no lo logró, y ahora tendrán que convencernos de que sí sabrán cómo hacerlo, negociar, convencer, ofrecer zanahorias y empuñar garrotes, domesticar a los sindicatos recalcitrantes y a los empresarios monopólicos. Construir apoyos cuando sea posible y comprarlos cuando sea necesario. Ejercer el poder en vez de sólo compartirlo, ése es el reto para el PAN y su candidato hoy. Ahora paso a su contrincante, su adversario, AMLO, que a pesar de los video escándalos, a pesar del desafuero y quizá gracias a él, lleva treinta meses al frente de las encuestas, con un margen que va disminuyendo, pero ha estado ahí desde hace más de dos años. ¿Por qué? Porque a menos de que termine bajo tierra, AMLO tiene la oportunidad, tiene la posibilidad de ser Presidente de México y no lo será necesariamente gracias a sus méritos, sino gracias a sus enemigos. No lo será necesariamente gracias a las propuestas que ha ofrecido, sino a las patadas que le han propinado. Porque México ama feroz y desesperadamente a sus mártires, a sus víctimas, a todos aquellos que han padecido el peso del poder, a todos aquellos que han enfrentado la persecución injusta. No sé si Ustedes fueron a la marcha contra el desafuero, yo fui, simplemente como analista, a ver... y ahí estaban las pancartas, ahí estaba Madero, ahí estaba Villa, ahí estaba Zapata... y ahí estaba AMLO. Consagrados todos ellos por asumir las causas del pueblo y pelear en su nombre, venerados por pelear contra la injusticia y evidenciarla. Y López Obrador está donde está hoy, porque como dice un cineasta, la gente piensa en función de narrativas: en principio, mitad y fin. La gente piensa en función de historias sencillas y tramas inteligibles, los buenos y los malos, los héroes y los villanos, los pobres y los ricos, los que hablan en nombre del pueblo y los que buscan callarlo. En México, el poder - como ustedes saben, por haber sido educados o endocrinazos con sus libros de texto gratuito -, el poder se conquista con narrativas de injusticia y redención. La reputación se consolida a golpes de tesis y antitesis de manera maniquea. Los buenos y los malos, los caudillos que han luchado por México y los traidores que lo han saboteado: Hidalgo contra la colonia española, Juárez contra Maximiliano; Cárdenas contra los intereses petroleros; el Rayo de Esperanza contra el complot de la cúpula. AMLO entiende esta narrativa a la perfección y por eso fue el gran ganador del desafuero, porque hizo lo que siempre ha hecho, y es lo que está haciendo hoy: confrontar para escalar costos, escalar costos para producir conflictos, producir conflictos para obtener salidas negociadas. Jorge Castañeda lo sugirió, y creo que fue lamentable hacerlo. AMLO dijo que había que pararlo a la buena o a la mala, pues ahí están los resultados de haber intentado hacerlo a la mala, un Presidente que ya no podía salir de Los Pinos sin ser confrontado por estudiantes de preparatoria con pancartas, acusándolo de traidor a la democracia. Un gobierno criticado a nivel internacional por traicionar un proceso democrático que lo había llevado al poder. Una Primera Dama, la Salomé de Celaya., que será recordada por pedir la cabeza de un mártir. Un vocero presidencial que ya no quería hablar y un PAN que se enorgulleció de exponer a un mártir, pagándole la fianza cuando había contribuido a crearlo, y un AMLO convertido desde entonces en mártir, en víctima, envuelto en teflón durante meses, aunque ya ese teflón comienza a despostillarse. Sus enemigos contribuyeron, por lo menos durante seis meses, a hacerlo políticamente indestructible. Ahora ¿qué enfrenta en su camino a la Presidencia? Pues que antes seguramente Ustedes lo comparaban con Lula y ahora lo comparan con Chávez. Antes se aplaudía su moderación y ahora se condena su estridencia. Antes, recuérdenlo cuando fue Jefe de Gobierno en los primeros tres años, parecía el líder inevitable de una izquierda moderna. Hoy parece el dirigente polarizante de una izquierda recalcitrante. Para muchos miembros de la clase media y sobre todo para los miembros de la clase empresarial de este país, el Peje ya no es un hombre al cual haya que impulsar, o ni siquiera tolerar, si no que es necesario, frenar. La consigna creciente, en sectores como el de Ustedes es "cualquiera, menos AMLO" Porque la percepción pública de AMLO está vinculada y controvertiblemente creo, que a la figura de Chávez, a la reputación de Chávez, a los temores que incita y a los miedos que provoca. Y las comparaciones son inevitables por la conducta confrontacional que ambos usan, por el cuestionamiento incesante del status quo que ambos hacen, por la manera en que hablan de la necesidad de purificar la vida nacional y reinventarla. ¿Por qué?, porque ambos ven al establecimiento político de sus países y deploran lo que ven ahí: Congresistas corruptos y políticos rapaces; empresarios que ordeñan al país y quieren seguir haciéndolo; elites que protegen sus intereses y ciudadanos que pagan el precio. Pero curiosamente el diagnóstico que hace AMLO de la vida nacional, y por ellos es puntero, es el acertado. México se ha convertido en un país de pobres marginados y ricos amurallados. De bodas fastuosas en Valle de Bravo, el mismo día de la marcha multitudinaria contra el desafuero. AMLO revela una verdad ampliamente reconocida, pero poco discutida: México no es un país de ciudadanos, es un país de intereses y de ahí su popularidad. De ahí la percepción de su honestidad entre ciertos sectores, saca un espejo enterrado y confronta al país con su propio reflejo, con el perfil de la desigualdad, con los rasgos de la inequidad, con la imagen de un país partido en dos, donde pocos ganan y muchos pierden. Sin embargo, la solución que ofrece AMLO hoy, y les recomiendo que lean sus 50 compromisos y su Proyecto Alternativa de Nación, esa solución que ofrece, dista de serlo. Ofrece planes que huelen a viejo, presenta ideas que son insuficientes, propone alternativas que en realidad no lo son, sabe lo que no funciona, pero no sabe cómo arreglarlo, y el problema es que cree que lo sabe, cree que las buenas intenciones del Proyecto Alternativo de Nación bastarán para gobernar y no escucha a quienes quisieran decirle que no es así. Lo más preocupante para mí, de López Obrador, no es su retórica, sino su reticencia. Lo más alarmante de López Obrador no es su populismo sino su tozudez, su ignorancia sobre su propia ignorancia y su aparente desprecio por una democracia construida sobre los cimientos de la ciudadanía. Tan es así que recuerden su reacción frente a la marcha ciudadana contra la inseguridad. Ahora bien, e insisto, López Obrador es producto de sus enemigos, es un político creado por un sistema disfuncional. AMLO ha crecido porque otros se encogen. Porque el PRI no se reforma, sino se canibaliza, porque el Congreso sabotea reformas en vez de fomentar su aprobación, porque el poder judicial no funciona para la mayor parte de los habitantes de este país, porque el sector empresarial sigue defendiendo posiciones privilegiadas además del costo que entrañan para los consumidores y el país que habitan. Porque la partidocracia reinante debilita el funcionamiento de la democracia incipiente. Él esta ahí porque la impunidad persiste en las calles y en el Congreso, en Televisión Azteca, en Ciudad Juárez. AMLO existe hoy por todo aquello que la clase dirigente de este país tenía que haber hecho ayer, reformarse, renovarse. El mejor antídoto AMLO sería una democracia funcional y una política económica que supiera qué hacer con los pobres. Y paso al tercer candidato y a su partido. ¿Qué ocurre con el PRI? En los últimos cinco años ha estado reorganizándose, reconquistando espacios en la periferia como una forma de ganar el centro, aprovechando los espacios políticos que deja una Presidencia encogida, regresando porque no hay nada que lo pare, avanza por default, avanza con líderes desacreditados, avanza a pesar de divisiones internas, avanza porque puede, recurriendo a todo lo que sabe hacer: el dinero, la intimidación, la movilización clientelista, las instituciones electorales débiles a nivel local, el alto abstencionismo; digamos, el Modelo Estado de México, ampliado a nivel nacional.

Manda un mensaje, ¿cuál ese mensaje?, que para ser competitivo en este país, todavía el PRI no necesita modernizarse, puede seguir siendo como exactamente siempre ha sido y aún así contender, y en ese sentido Roberto Madrazo va a ser el candidato de los desilusionados con la democracia; de los que creen, como Elba argumenta, que la pura alternancia no nos ha llevado a ningún lado.

De aquellos que prefieren la corrupción compartida del PRI a la ineptitud institucionalizada del PAN.

Madrazo le apuesta a la añoranza de muchos mexicanos por los que sí sabían como hacerlo, por el viejo sistema de reglas claras y complicidades predecibles. Y muchos dirán, y ya dicen, que ese sueño del pasado es preferible a la parálisis del presente.

Que más vale el priísta malo por conocido, que el perredista malo por conocer.

Y para la mayoría de los priístas, Madrazo es la gallina de los huevos de oro, es el que levanta al PRI del piso después del año 2000 y lo pone a ganar. Es el que promete el regreso a los viejos modos, a las viejas maneras, a la forma de vida que fue, y que a tantos benefició.

Aunque huela a viejo, huele a conocido y aunque sea el candidato potencial con los negativos más altos, cuenta con los apoyos priístas más extensos.

Y por eso no le preocupa ser impugnado por la sociedad, no le preocupa la mala percepción que ciertos sectores tienen de él y por ello está aferrado a su candidatura. Su apuesta es al voto duro del PRI y a la baja participación del país.

Su apuesta es a la movilización de los priístas y a la desilusión de los ciudadanos, él cree que la maquinaria engrasada podrá aplastarlos.

Y en ese sentido, el predominio de Roberto Madrazo, el hecho de que siga siendo un candidato viable en este país, cuando en cualquier democracia funcional no lo sería por su trayectoria, es síntoma de un problema más profundo: el PRI no cambia porque el país no se lo exige. El PRI no evoluciona porque nadie le pide que lo haga, el pragmatismo inescrupuloso de muchos priístas refleja el de muchos mexicanos.

El PRI sigue ahí, ese tipo de PRI sigue ahí, porque el país que gobernó durante tanto tiempo también sigue ahí.

El pequeño priísta que muchos mexicanos cargan dentro todavía vive. Ese pequeño priísta para el cual pararse en un semáforo rojo es una opción, no es una obligación. El pequeño priísta para el cual pagar impuestos es una opción, mas no una obligación.

Miles siguen votando por el PRI porque perciben a la política como un intercambio de favores, como una circulación de prebendas, como una protección continua de intereses compartidos.

Seamos honestos, para muchos mexicanos el mejor político no es el que defiende la ley, sino el que la dobla y desparrama los beneficios que conlleva hacerlo.

Y Madrazo encuentra interlocutores porque habla su idioma y en ese sentido es un espejo de los males de México, y el PRI de Madrazo y de Montiel, es el peor PRI.

Ese PRI que le va a ofrecer a Montiel una Senaduría en vez de un juicio.

Los métodos de Roberto Madrazo son los peores métodos, el PRI que resucita no es ese partido modernizador y tecnoburocrático de los ochentas y noventas, no es el partido que propuso reformas necesarias y reconoció realidades innegables.

El PRI de Madrazo es un conjunto de caudillos rapaces que perciben al país como su coto y lo gobernarán como tal.

Y ustedes seguramente estarán preguntándose cuál es la posición del PRI frente a las reformas estructurales... pues no tiene una posición. Ante las posturas claramente definidas de sus adversarios, el PRI cultiva la ambigüedad, tanto el partido como el candidato se retuercen, se escurren, no quieren comprometerse y se rehuyen a hacerlo.

Cuando se les pregunta sobre las reformas estructurales dicen que apoyan cualquiera que eleve el nivel de vida de la población, cuando se les pregunta sobre la reforma fiscal, contestan de manera cantinflesca como lo hace Roberto Madrazo, y lo voy a citar:

"Yo no soy partidario de la reforma fiscal porque voy a terminar cobrándoles más impuestos, porque quiere decir que necesito más dinero como gobierno y una reforma fiscal hacendaria tiene que ver también con el gasto"... los invito a que interpreten esta declaración.

El PRI lleva mucho tiempo volteándose y poco tiempo defendiéndose, lleva meses mirando cómo imponer consensos hacia adentro en vez de construirlos hacia fuera, tan es así que Roberto Madrazo no está aquí hoy (en la Convención IMEF).

Como lo único que tiene a su favor el PRI es una maquinaria electoral heterogénea, no quiere alinear a sus tuercas, como no fue creado para proponer ideas, ahora lo rehuye, por eso el PRI a veces es neopopulista y a veces es neoliberal, a veces aplaude las reformas estructurales y a veces las condena.

La definición en esos temas cruciales que a Ustedes les interesa, entrañaría la exclusión, y el PRI no quiere perder a más de sus miembros.

Para el PRI no importan con qué ideas se llega al poder, basta con arribar unido.

Y por ello, ante este escenario, yo creo que la elección de 2006 va a ser una disputa por la nación, como alguna vez escribieron Rolando Cordera y Carlos Tello hace 20 años.

Ahí esta el debate añejo entre los aperturistas y los nacionalistas, los neoliberales contra los neopopulistas, los que creen que México debe convertirse en un país extranjero y los que se oponen a ello.

Cada bando usando un tono alarmista para presentarse como la fuerza que salvará la situación.

Ahí están dos mundos en colusión, dos proyectos distintos de nación, dos partes de un mismo país que no logra reconciliarse y que no logrará reconciliarse si no lidiamos con el meollo del asunto.

Y con esto ya termino.

¿Cuál es el problema?

Más allá de los candidatos y los partidos y lo que les vengan a decir aquí hoy, el problema es cómo se hace política en México.

En México muchos viven con la mano extendida, con la palma abierta, esperando la próxima dádiva del próximo político, esperando la próxima entrega de lo que Octavio Paz llamó el Ogro Filantrópico, el cheque o el contrato, o la camiseta, o el vale, o la licuadora.

La generosidad del estado que con el paso del tiempo produce personas acostumbradas a recibir en vez de participar, personas que son vasos y tazas, ciudadanos vasija, ciudadanos olla, resignados ante lo que se vacía en ellos, lo poco que se vacía en ellos.

¿Por qué el país no crece como debería?, ¿por qué la economía no avanza como debería?, porque los pobres no dejan de serlo.

¿Sabían que día con día en este país la desigualdad aumenta mientras la movilidad social disminuye? ¿Sabían que el hijo de un obrero sólo tiene el 10 por ciento de probabilidades de convertirse en profesionista?

Nacer en la pobreza en México, como lo hacen 48 millones de personas, significa, en la mayor parte de los casos, morir en ella, porque desde hace cientos de años el país le apuesta a sus recursos naturales y a la población mal pagada que los procesa.

Se erige por eso en un país de pocos dueños y muchos trabajadores, de hombres ricos y empleados pobres. Crea virreinatos y haciendas y latifundios y monopolios, concentra la riqueza en pocas manos y construye gobiernos que lo permiten compartiendo el mismo fin.

Conservadores o liberales, priístas o perredistas, no importa, gobiernos que protegen al capital por encima del trabajo. Que mantienen baja la recaudación, y no tienen recursos suficientes para invertir en su población.

Por todo ello, este 2006 votaremos por el menos peor de los candidatos, no por un buen candidato...

(...)

Parte del discurso de la politóloga Denise Dresser, ante Socios del Instituto Mexicano de Ejecutivos de Finanzas, noviembre 2005.
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