La estrategia es evidente. Los perredistas retrasaron el conteo de actas donde ganó Calderón. ¿Para qué? Para que nos fuéramos a dormir con una ventaja de AMLO. Y hoy, cuando sepamos que ganó Felipe, entonces van a gritar fraude. Fraude en lo oscurito. Arremeterán contra Ugalde. Contra el IFE. Contra todo. La estrategia es evidente. Y miserable.
Tras el mérito reconocido por la excelente organización del proceso electoral, en la agenda pública de ayer volvió a ganar terreno la percepción de demérito propagada por la campaña de AMLO contra las instituciones, los procedimientos legales y las autoridades electorales.
La explicación se antoja obvia: AMLO es el único que tiene un objetivo claramente definido, con metas a reciclarse en el tiempo de acuerdo a las circunstancias, con una estrategia múltiple y con una intensa, incansable y eficaz operación política.
Por si ello no fuera suficiente, esa estrategia múltiple está gobernada por un coherente despliegue de comunicación política, que combina agilidad, versatilidad, sentido de la oportunidad y un ejemplar control de los mensajes clave, con todo lo cual causa grandes estragos sobre los blancos en los que impacta.
El objetivo específico, plenamente definido no es hoy, como lo fue en campaña para los delanteros de la contienda, ganar la elección.
En el caso de AMLO el objetivo explícito, irrenunciable, innegociable de hoy es el de evitar —o al menos postergar al máximo— la culminación de un proceso que arroja ya un resultado perfectamente conocido por él y su equipo: un resultado ligera pero inequívocamente favorable a Calderón.
Este objetivo ha sido coreado lo mismo por AMLO que hasta por el último vocero perredista, con disciplina inquebrantable. Que se cuente voto por voto, repiten, con la pretensión, por un lado, de generar la percepción de que los votos no se hubieran contado uno a uno, el domingo, y por otro lado, con el imperativo de que se vuelvan a contar. Pero no para ver si esta vez triunfan, sino a fin de ganar tiempo para organizar la movilización, en tanto se trataría de contar cuarenta millones de boletas en 300 mesas distritales, lo que les llevaría días o semanas —recuérdese que esos votos fueron contados el domingo por más de 130 mil mesas de casillas— así como para hacer incurrir a las autoridades en una trasgresión legal (al disponer una acción para la cual no están facultadas) que conduzca a la anulación de todo el proceso.
Que no haya prisas, imploran, amagando con la inestabilidad del país si la autoridad electoral culmina el proceso y confirma la derrota del perredista.
En contraste, la autoridad electoral y el candidato ganador parecieron dar por sentado que no había que hacer nada para que el proceso de cómputo que confirmaría ayer ese resultado fluyera sin contratiempos, al ritmo marcado racionalmente por las cargas de trabajo de cada uno de los 300 consejos distritales.
Los vuelcos contra la confianza
Ello, mientras los estrategas de AMLO concentraban su operación en sacar por delante las actas de los distritos en que se sabían triunfantes y en tratar de invalidar —o al menos frenar— las actas en que se sabían derrotados, con un saldo de confusión informativa que sembró la percepción —muy bien cultivada por el PRD— de que el resultado de las urnas había dado un vuelco a favor de AMLO.
Pero la búsqueda de esta confusión nada tuvo qué ver con un deseo infantil de vivir la ilusión de sentirse ganadores por unas horas. El objetivo fue el de afirmar que el cómputo había originado un vuelco que habría corregido los resultados del PREP a favor de AMLO, para más tarde presentar como inverosímil un supuesto nuevo vuelco, favorable a Calderón, cuando finalmente llegaran las actas de los distritos que le dieron un mayor número de votos.
Nadie en el IFE ni en el PAN pareció prever la necesidad de acordar un flujo informativo regionalmente equilibrado de los consejos distritales de cómputo, para evitar la manipulación de expectativas y la confusión nacional e internacional en que finalmente se cayó.
Y a nadie se le ocurrió anticiparse al manejo que haría el equipo de AMLO de esas expectativas al echar por delante las actas que lo favorecían y obstruir la difusión de las favorables a Calderón.
Han sido crecientes los costos en credibilidad y desgaste de la confianza que afectaron al IFE las experiencias de las anteriores 48 horas. En esas horas, en efecto, a costa de esa credibilidad y de esa confianza institucionales, AMLO obtuvo los más altos rendimientos, en la agenda pública, 1) del no anuncio de los resultados del conteo rápido el domingo, que ya arrojaban un resultado muy cercano al que se esperaba confirmara el cómputo iniciado ayer; 2) de la eliminación implícita y aún explícita de la salvaguarda informativa del Programa de Resultados Electorales Preliminares (PREP), y 3) de la omisión informativa y explicativa acerca de la exclusión del PREP de las actas con resultados inconsistentes.
A ello su suman los costos acumulados ayer y los que vendrán hoy, ya sea que se haya dado triunfador esta madrugada o se haga en estas o las siguientes horas.
La Crónica - José Carreño Carlón - Jueves 6 de Julio de 2006
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