“Ya no quedan hombres como los d antes...” ¿Cuántas veces habremos leído o escuchado esta frase? Desafortunadamente en la mayoría de las ocasiones esto se refiere a la perdida o disminución de galantería, a la perdida o disminución de respeto a la mujer (si es que antes se le respetaba), a la perdida o disminución de caballerosidad y algunas cosas más. Ya en un momento se toco el tema de los extremos, y aunque en esa ocasión enfocado a otro ámbito, resulta aplicable.
Hasta donde yo se (un saber limitado su ustedes quieren), muchos hombres de los de antes (muchos más que los de hoy) arreglarían la situación con un par de guantazos, aquí mandan mis cojones y a la puta cocina; muchos hombres de los de antes (muchos más que los de hoy) dirían –oye Bartola, aquí te dejo estos tres pesos…– ya se saben lo demás. Eso era, es y sería una animalada indigna de la condición de hombre y me niego a creer y más a admitir que eso también se añore de “los hombres de antes”. Siempre se añorará lo perdido, también se debería agradecer lo ganado.
¿Un hombre de los de antes? Estoy hasta los testículos de ser galante y se obtiene un desprecio y ofensiva disimulación por respuesta; estoy hasta la madre de los cien mil millones de artículos seudo periodísticos en los que se destila la hez y la hiel de lo peor que puede surgir de una mente femenina; estoy (y esto si lo voy a decir tan feo como suena) hasta los putos huevos del acoso y derribo al hombre, de tragar quina por cada loco que maltrata, de que nos metan a todos en el mismo saco, de que se nos asigne todo lo horrible y pútrido de la condición humana a los hombres. Los hay, ¡por supuesto y lamentablemente que los hay!
Yo no voy a cambiar, y continuaré cediendo el asiento aunque me fulminen con la mirada o inclusive se nieguen a tomarlo, me bajaré de la acera para ceder el paso, les retiraré el asiento para que se sienten, les abriré y cerraré puertas, respetaré a las mujeres tal y como me educaron, y si no gusta... (Te ríes de mí porque soy diferente, yo me río de ti porque eres igual a l@s demás).
La virtud es una disposición voluntaria adquirida,
que consiste en un término medio entre dos extremos malos,
el uno por exceso y el otro por defecto.
Una mujer feminista comete el mismo error
que le critica a un hombre machista.
1 comentario:
Correcto. Esta entrada amerita un comentario:
Es bien simple, tanto el machismo como el feminismo son pura mierda. Así de simple. Considero que partiendo de las diferencias entre hombre y mujer, nunca jamás podremos ser o considerarnos iguales, lo cual es fantástico porque de esa forma somos un complemento mismo que forma una undad. Tomando en cuenta lo anterior, las ideas de género son vulgares clichés que sólo consiguen separarnos, rebajando y menospreciando a quienes nos rodean.
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