“Cuando éramos huérfanos” es el título de una columna de Denise Dresser, publicada aquí y aquí. Las ideas de la columnista son dignas de examinar.
• Dice al inicio “amo a México con un amor perro... vivo de mi trabajo y puedo mantener a mi familia con él... Algo está mal cuando las personas que trabajan para mí -la nana y el chofer y el jardinero- no tienen ninguna expectativa de ser más de lo que son hoy.”
• Continúa, “... siempre pensé que AMLO tenía el diagnóstico correcto pero no las soluciones adecuadas. Que peleaba por una buena causa pero no con armas modernas”.
• Sigue con, “... pensé que una victoria de AMLO ofrecía la oportunidad para sacudir las cosas... miro lo que está haciendo Andrés Manuel López Obrador y me desconcierta... Veo a un hombre cada vez más combativo... Veo a alguien que confirma, paso a paso, todo lo malo que se decía de él...”.
• Más aún, “... López Obrador se está radicalizando... no está buscando el recuento de los votos, sino la anulación... Su papel ya no es seguir las reglas del juego sino romperlas... ya no es atemperar para gobernar sino azuzar para polarizar. Para ser el presidente moral del sur de México”.
Una columna que establece esa posición es material precioso para los opositores de López Obrador —una persona inteligente vota por él y más tarde se arrepiente debido a la conducta radical de ese candidato. Pero hay mucho más que eso en la columna de Dresser —su proceso de decisión de voto es digno de examinar. Y a ello me dedico a continuación:
1. Su evidencia cotidiana de que algo está mal en el país es que “las personas que trabajan para mí -la nana y el chofer y el jardinero- no tienen ninguna expectativa de ser más de lo que son hoy. Cuando no tienen ninguna posibilidad de aspirar a algo más porque el país no se los ofrece. Cuando sexenio tras sexenio un presidente u otro les da tan sólo más de lo mismo. Cuando saben que la vida de sus hijos será -en el mejor de los casos- una versión facsimilar de la suya. Esa vida precaria, estancada, difícil. La que tantos con quienes comparto el país padecen”.
La columnista tiene toda la razón a mi entender —México no está bien, o al menos no también como podría. La percepción de pobreza, o de estancamiento personal, no es nada mala evidencia de lo que afirma Dresser. Por mi parte, veo esto con dos elementos —el positivo es la estabilidad monetaria y económica, que es indispensable; y el negativo es la falta de aprovechamiento de esa estabilidad para crecer, debido a carencia de modernización institucional y legal.
2. Dice Dresser que “por eso el 2 de julio voté por Andrés Manuel López Obrador” por la existencia de esa “vida precaria, estancada, difícil” que tantos tienen.
3. Ella fue de “esos votantes indecisos hasta el momento de entrar a la casilla y una vez adentro opté en función de una sola razón: no podía votar por una persona que piensa que el país está bien. No podía votar por un partido que ofrece sólo la continuidad. No podía formar parte de aquellos que piensan que el país funciona...”
4. E insiste en un voto dudoso, “voté con ambivalencia, porque a lo largo de la campaña siempre pensé que AMLO tenía el diagnóstico correcto pero no las soluciones adecuadas. Que peleaba por una buena causa pero no con armas modernas. Que sabía lo que no funcionaba pero no tenía propuestas coherentes de política pública para arreglarlo. Nunca me convenció la idea de sembrar árboles por el sureste o construir trenes bala”.
Es aquí donde me detengo para señalar lo que pienso es un error de decisión, de Dresser y de muchos otros —votar por las intenciones sin considerar a las estrategias. Según Dresser, López Obrador “tenía el diagnóstico correcto pero no las soluciones adecuadas. Que peleaba por una buena causa pero no con armas modernas”. Ésa es la equivocación más grande que puede cometerse, la de votar por quien se cree que señala una situación real, pero que simultáneamente propone las soluciones incorrectas.
Considérese el símil del médico que señala correctamente la enfermedad en un diagnóstico impecable —pero que receta el tratamiento desacertado, lo que equivale a no curar la enfermedad tan atinadamente señalada e incluso, empeorarla. En resumen:
• El error de Dresser fue el de muchos otros —el de votar por un candidato que tenía un buen objetivo central, pero que al mismo tiempo tenía las peores estrategias de solución.
• La desilusión de Dresser es la de muchos otros también —la de ver que su candidato se ha transformado en un Frankenstein político que todo lo quiere destruir.
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